XENOBIÓTICOS, LA AMENAZA INVISIBLE

Actualmente estamos expuestos a múltiples sustancias químicas. No es que la química sea mala en sí, todo es químico, los alimentos son química, pero aquí de lo que estamos hablando es sobre todo de xenobióticos, es decir de sustancias químicas que no reconoce nuestro cuerpo.

Solamente en Estados Unidos hay más de 85000 sustancias químicas registradas para su uso en productos comerciales, hay 40000 formulaciones de plaguicidas, 100000 fitoquímicos dietéticos, otros 5000 químicos más aprobados para su uso como ingredientes supuestamente inertes y hay otros 7500 compuestos registrados por la FDA como medicamentos o aditivos alimentarios. Es una gran cantidad de exposición a múltiples sustancias que realmente la mayoría de ellos nuestro cuerpo no los reconoce como algo propio.

Cuando hablamos de sustancias químicas estas pueden ser sustancias directamente dañinas como un plaguicida o un pesticida que generen una muerte celular por un tóxico y esta muerte celular puede hacer que ya se liberen estos autoantígenos (substancias que generan una reacción de defensa).

Veamos como un tóxico genera daño celular y esto lleva a la autoinmunidad …

Llega un tóxico del exterior al torrente sanguíneo, ese tóxico mata a la célula, y se liberan los autoantígenos del interior de la célula que van a actuar en los receptores del SI innato (NLR o el TLR).

Cuando hay una daño celular, por estructuras en este caso propias(DAMP) la célula activa y estimula al receptor NLR y este activa el mensajero que va al núcleo celular NF-kB, el cual va a hacer que se produzcan citoquinas inflamatorias, el TNF-a, IL-1 e IL-6 para protegerse de este daño celular.

Por otro lado, esos patrones de daño (damps) también pueden activar el receptor TLR y esto a su vez lo que puede generar es que haya respuestas de autoanticuerpos (substancias químicas de protección) por ejemplo a antígenos nucleares.

Los antígenos nucleares van a generar los anticuerpos antinucleares, que hay múltiples tipos fundamentalmente en enfermedades del tejido conectivo.

Cuando esto sucede, se produce la pérdida de la tolerancia, es decir, los linfocitos Treg (que regulan el cuerpo a la calma) dejan de funcionar bien y se activan las células T (citotoxicas) para defenderse del daño celular. Estas células T van a estimular la activación de las células B, que producen los autoanticuerpos. Entonces se une el autoanticuerpo al autoantígeno y esto genera esos complejos inmunes que van a poner en marcha las respuestas inflamatorias y de lesión tisular. Esta lesión del tejido a su vez genera nuevo material celular que va a activar más aún a los receptores que generan una amplificación de la respuesta inflamatoria.

¿Dónde se encuentran los XENOBIÓTICOS?

No los vamos a revisar todos, pero hay algunos como es el sílice por ejemplo, el tabaco, el mercurio, los pesticidas, los pristanos (que son un tipo de moléculas que se encuentran en algunas sustancias industriales), etc.

Estos directamente por toxicidad van a generar radicales libres de oxígeno con daño celular directo que van a hacer que se active de nuevo la vía del mensajero NF-kB, produciendo un daño del ADN y activando también vías del inflamasoma (activación de citoquinas inflamatórias) , que van a generar la producción apoptosis o muerte celular.

Fármacos:

Muchos de estos factores químicos pueden ser fármacos. Hay fármacos que directamente pueden acabar produciendo una enfermedad autoinmune. Por ejemplo algunas estatinas, el omeprazol, la hidroxiurea (que es un citotóxico que se utiliza por ejemplo en la policitemia vera) o fármacos que se sabe que definitivamente pueden inducir el lupus eritematoso en personas predispuestas. Curiosamente tenemos aquí a etanercept e infliximab que son fármacos biológicos que se utilizan en el tratamiento de otras enfermedades autoinmunes. Y claro, una persona que ya tiene una enfermedad autoinmune y que se trata con un biológico, resulta que este le puede inducir otra enfermedad autoinmune.

Los más conocidos son por ejemplo la procainamida que es un antiarrítmico, la isoniacida que se utiliza en el tratamiento de la tuberculosis, la clorpromazina que es un neuroléptico que antiguamente se utilizaba en psicosis y ahora se utiliza a veces en ancianos con demencia con mucha agitación, e incluso algún antibiótico como la minociclina y curiosamente la sulfasalazina, que se utiliza en la espondiloartropatía.

Hay una lista de más de 900 fármacos que se han relacionado con la hepatitis autoinmune. ¿Todo el mundo va a tener una hepatitis autoinmune por tomar uno de esos fármacos? No, tiene que haber más cosas que sucedan, entre ellas la predisposición genética.

Los interferones que se utilizaban sobre todo antiguamente en el tratamiento de la hepatitis C, cuando todavía no existían los fármacos que curan actualmente esa enfermedad; por ejemplo, podían provocar una tiroiditis autoinmune muy intensa.

Metales pesados:

MERCURIO: pescados grandes, amalgamas, vacunas.

ALUMINIO: harinas, levaduras en polvo, agentes colorantes, agentes antiglutinantes, utensilios de cocina, papel de aluminio, tintes de aluminio, desodorantes, antiácidos, aspirina, vacunas.

CADMIO: humo de cigarrillos, vapeo, bacterias recargables, células solares, electrónica, electrodomésticos, plástico, vidrio, pigmentos, pinturas.

PLOMO: caldo de huesos, cosméticos, tuberías viejas, pinturas, gasolina, combustión aviones.

ARSÉNICO: plaguicidas, pesticidas, insecticidas, aves comerciales, huevos comerciales, arroz, productos de arroz, marisco de aguas costeras, agua potable, cosméticos, combustión de carbón.

Contaminantes atmosféricos:

La contaminación atmosférica es un problema grave sobre todo en las ciudades y es que se estima que 9 de cada 10 personas en todo el mundo respiran aire contaminado. Esto no es solo por contaminación, hay muchos sitios en el mundo donde se utilizan en los domicilios calentadores, calefactores que también tienen un efecto contaminante, pero solamente por la contaminación atmosférica que penetra en los pulmones se estima que hay 7 millones de muertes anuales. Y estamos hablando de muertes, adicionalmente está todo el efecto que vaya a tener sobre la autoinmunidad.

Hay diferentes tipos de partículas que las vemos aquí según su procedencia y según el tipo de gases. Pueden provenir de la industria, de los vehículos, de incendios y de cualquier tipo de combustión en general. Pueden tener diversos tamaños estas partículas y los gases a los que están asociados son sobre todo dióxido de nitrógeno, el ozono, el dióxido de azufre y el monóxido de carbono.

Se ha visto que estas partículas pueden elevar la incidencia de la severidad de diversas enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo 1, la artritis reumatoide, la esclerosis múltiple y la autoinmunidad tiroidea.

Las ciudades en general tienen muchas cosas que pueden disparar la autoinmunidad. Una de ellas es la contaminación atmosférica y otras tienen que ver con todo lo que es el estrés crónico por el estilo de vida.

Disolventes orgánicos:

Son sustancias tóxicas orgánicas de diverso tipo que pueden estar en pequeñas cantidades por ejemplo en una contaminación ambiental, en una contaminación por ciertos alimentos o en personas que viven en sitios donde se utilicen estas sustancias en la industria y que se acaben filtrando en las aguas subterráneas.

Disruptores endocrinos:

El bisfenol A presente en plásticos ya está muy estudiado y tiene múltiples efectos sobre el sistema inmunitario. Este genera:

– La supresión de los linfocitos Treg (que llevan al cuerpo a la calma)

– La disrupción de los citocromos del sistema del CYP-450 (fundamentales para la desintoxicación de los xenobióticos)

– Generar un aumento de la prolactina (hormona que se activa cuando hay un estrés),

– Una alteración en el equilibrio entre el TH1 y el TH2. (respuesta inflamatoria o respuesta alérgica)

Mimetismo molecular sobre todo en tiroides puede favorecer la tiroiditis de Hashimoto.

Los microplásticos:

Los microplásticos están en todas partes. Se han encontrado incluso en algunos arroyos de agua dulce en la Antártida, se han encontrado en los mosquitos, están en toda la cadena alimentaria.

El 70% de los alimentos del mar ya contienen microplásticos y el Mediterráneo es de todos los mares donde más microplásticos hay. También el agua potable en un 83% contiene microplásticos y por ejemplo en Europa de media ingerimos unos 5 g de microplásticos a la semana.

Los microplásticos son partículas lo bastante grandes como para generar una alteración de las barreras y una inflamación directa. Esto se va a reconocer como extraño y va a poner en marcha respuestas del SI innato.

Además, los microplásticos pueden portar en sí mismos bacterias que como autoestopistas se esconden en ese microplástico y pueden actuar como patogénicos.

También pueden actuar como disruptores endocrinos, van a actuar sobre el sistema inmunitario y van a generar además de la disbiosis intestinal, una respuesta inflamatoria de bajo grado, una activación del sistema inmunitario y en última instancia incluso una alteración epigenética sobre el genoma.

Los agroquímicos:

Son múltiples sustancias pesticidas-herbicidas que se utilizan para hacer todos esos monocultivos intensivos que permiten reducir las plagas, pero por otro lado van a tener consecuencias negativas en el medio ambiente. La OMS ya en el 2012 decía que había habido en ese año 1,3 millones de muertes por algunos de los químicos, ni siquiera incluían todos.

Un ejemplo es el clorpirifós, que en Estados Unidos no se ha prohibido, aunque se sabe que tiene un efecto negativo en la autoinmunidad y también en el cociente intelectual de los niños que viven en áreas agrícolas donde se utiliza.

El Environmental working group todos los años saca un listado de los alimentos que llaman dirty dozen, la docena sucia. Es decir, los alimentos que más cantidad de sustancias agroquímicas perjudiciales tienen. Las fresas se llevan la palma, también los tomates y las espinacas.

Todos los años sacan una lista, en general suelen ser el mismo tipo de productos de un año para otro, y luego hay otros quince productos que son los limpios, que tendrían menos cantidad de agroquímicos como el aguacate, la piña, el kiwi, las brasicáceas como el brócoli y la col.